Contra viento y marea
Ronald Díaz V. | Miércoles 11 de Mayo, 2016
Harold Leandro tenía más de 20 años de trabajar como cronista deportivo en el periódico La Nación cuando un remezón desacomodó las piezas de su vida. La empresa reestructuró el negocio y él estaba en la larga lista de despedidos.
A partir de ahí las opciones eran echarse a morir o buscar formas alternativas de salir adelante. Harold eligió lo segundo, y aunque el camino ha sido arduo y los proyectos aún no dan los frutos esperados, no desmaya en el intento.
Con sus colegas Rodrigo Calvo y Milton Montenegro crearon la página deportiva cronica.cr, un proyecto periodístico actualmente activo, pero en proceso de replantearse para buscar fórmulas y alianzas que permitan rentabilizar su contenido.
La posibilidad de reinsertarse en alguno de los medios de comunicación tradicionales tampoco ha fructificado. Eso lo obligó a buscar ingresos extras como chofer de UBER. Sin embargo, la policía de Tránsito le decomisó el carro y se lo golpearon durante el tiempo que estuvo retenido. El vehículo ya lo recuperó, pero no ha vuelto a ofrecer servicios por temor a represalias por parte de los taxistas formales.
Ante tanta vicisitud, Harold Leandro encarna el refrán de “a mal tiempo buena cara”, convencido de que, sin importar la dimensión de los escollos, siempre habrá salidas y formas de superarlos.
Hoy, Harold busca retomar sus raíces de historiador para ligarlas a su amplia experiencia en comunicación. La idea es ofrecer servicios profesionales a personas, familias, instituciones o empresas que requieran de textos basados en una sólida investigación, pero con estilo y redacción periodística.
Tampoco pierde la esperanza de que su trayectoria como redactor sea tomada en cuenta por alguna empresa periodística.
Harold desarrolló la mayor parte de su carrera en la sección deportiva del diario La Nación. A los deportes llegó por accidente cuando Rodrigo Díaz, subeditor de Deportes de La República, le pidió hacer una crónica en reemplazo de un reportero que no llegó.
En ese momento titubeó por la falta de experiencia en ese campo, pero aceptó el reto. “Fui, la hice, y al parecer gustó”, recuerda el periodista sobre una decisión que marcó el rumbo de su vida profesional.
Oriundo de Santa Cruz de Turrialba, Harold Leandro creció en un pueblito cercano al volcán Turrialba con sus padres Adelina Camacho Núñez y Rodrigo Leandro Hernández, ambos ya fallecidos, y una familia compuesta por 9 hermanos. Harold es padre de seis hijos: dos de su etapa de soltero, procreó cuatro con su exesposa y lleva 7 años de convivencia con su actual compañera.
Con él conversamos en el Colegio de Periodistas de Costa Rica, en donde recién terminó de impartir un taller de crónica deportiva.
¿Qué ha pasado con cronica.cr?
Al principio, cuando empezamos, trabajábamos a tiempo completo y teníamos reuniones al igual que las teníamos en La Nación para discutir enfoques y analizar cómo le entrábamos a la noticias. El problema es que después de un año nos dimos cuenta de que no era rentable.
Tal vez el problema es que como periodistas no sabemos venderlo porque estamos más pendientes de las notas y la parte periodística, que de lo comercial. Eso tal vez nos ha fallado. Por eso estamos en un momento de reflexión y de ver qué hacemos con la página.
Hablando de la profesión, ¿cómo ves la situación actual del periodismo?
En síntesis, yo siento que se ha confundido la inmediatez, el papel de las redes sociales y la capacidad de que la gente le guste lo que uno escribe, con el periodismo. Es decir, ahora cualquiera con un cámara hace un video de una mujer semidesnuda y tiene un montón de “likes”, y se hace viral, entonces los medios reproducen eso porque es viral, pero yo siento que ahí es donde hay que tener cierto cuidado. A mí me parece que estamos cayendo en el error de creer que si es viral o popular en Internet, es noticia, y no necesariamente.
El problema de Internet es que le dimos voz al tonto del pueblo y aparejado a eso nos estamos olvidando lo que es realmente noticia. ¿Dónde está la verdadera noticia? En la calle.
¿Qué hace falta para contrarrestar eso?
A mí me parece que lo que está pasando en la prensa es un buen momento para el debate. Hay unas cosas que están cambiando, otras que necesariamente van a cambiar y otras que no van para ningún lado. El poder participar en las grandes discusiones que -me parece a mí- tienen que darse a nivel teórico, a nivel conceptual, a nivel del futuro de los medios y de las consecuencias que todo esto pueda traer.
A eso hay que unirle que el mercado laboral está constreñido, que hay crisis, que hay desempleo. Las empresas hacen grupos y los grupos se contraen para bajar costos. Le pasó a La Nación, le pasó a Repretel, a Grupo Extra…en fin, cada vez hay menos posibilidades.
Y en lo personal, ¿como enfrentás esa coyuntura?
Saber que uno tiene la perspectiva de pensionarse en un medio y que faltando 8 años te digan, “hasta aquí”, no es fácil. Hay que tomar medidas y ajustarse en muchas cosas. Mi estrategia ha sido moverme para garantizarme el mínimo. He recibido el apoyo de mi familia y eso me ha dado mucha fortaleza. Y ahí vamos. Ojalá me pudiera colocar en un medio y tener como antes un salario seguro a fin de mes.
¿Sentís que la edad pesa en el mercado?
Yo pienso que sí. Porque uno por tener tantos años en el medio, llegabas a tener un salario de mil, pero si entra uno nuevo su salario es de quinientos. Entonces por el salario de mil, de un viejo, contratan a dos de quinientos. Con la ventaja de que los dos nuevos además de hablar tres idiomas, son unos expertos en cuestiones digitales. ¡Es una ganga!
¿Cuándo supiste que querías ser periodista?
Mirá, es muy raro porque la mayoría de la gente dice que empiezan de muy pequeños a tener el gusto por el periodismo. Yo no, debo confesar que no. Yo soy más del campo de las Ciencias Sociales. Estudié Historia en la Universidad de Costa Rica. Me egresé de la maestría y algunos profesores me dijeron que por qué no buscaba la opción de buscar formas de comunicar la historia. Fue así como me metí en la comunicación.
¿Eso fue en qué año?
En 1990 ingresé a la Escuela de Comunicación de la UCR. Pedí permiso para hacer práctica en el Semanario Universidad, donde me aceptó Carlos Morales, y ahí empecé con los primeros intentos de hacer periodismo.
Siendo su formación en Historia ¿no hubiera sido más natural irse por el lado de cultura?
Ese era el objetivo. La pregunta que nos hacíamos algunos historiadores era, “¿por qué no hay correspondencia entre la investigación histórica y el público en general?” Entonces la idea mía era ser ese puente entre la historia y la comunicación. Pero ya viéndolo en perspectiva eso no se dio. Primero, porque las puertas se me abrieron en deportes. Segundo, porque me enganché (de los deportes) y me gustó y tercero, porque no había espacio para eso (la historia). A la gente como que no le interesa la historia. La historia como que se deja de lado porque lo presente es más importante.
¿Quiénes fueron tus mentores?
El más importante para mí, ya en periodismo, fue Carlos Morales. Fue el que me dio las primeras guías, las primeras enseñanzas. Manuel Bermúdez es otro al que le debo muchísimo. Me corregía las notas, me ayuda a hacer mejor redacción.
Jonathan Molina fue otro periodista que me ayudo muchísimo. En fin, hay varios compañeros ahí en el Semanario que me dieron las primeras enseñanzas y consejos que me sirvieron mucho cuando comencé a trabajar en la prensa nacional.
¿Que otras cosas hacés, te inquietan o interesan aparte del periodismo?
Me gusta mucho hacer ejercicios, soy enamorado de la mejenga. A mi edad (tiene 56 años) yo todavía mejengueo.
También me encanta hacer jardines. Soy un fanático para sembrar plantas; en especial rosas y helechos. Esa es mi pasión. Tengo un jardín pequeño, pero hay que trabajar horas para que las cosas se vean.
¿Cómo ves tu futuro y el del periodismo?
Soy optimista. Si bien mi situación es complicada, me ilusiono con el apoyo que he recibido de mi familia y amigos. Nunca pierdo la esperanza de encontrar medios decentes para salir adelante con mis obligaciones y necesidades básicas.
En cuanto al periodismo, veo que la crisis que atravesamos es inmensa, pues implica intereses muy grandes. Creo que hay sectores a los que beneficia e interesa esto de ser frívolo, superficial, evitar los cuestionamientos… No obstante, hay una máxima imposible de vencer: “el buen periodismo vende”. Vende en el sentido de que siempre será atractivo, siempre tendrá lectores, oyentes, televidentes, internautas o como se llame. En este sentido, los jóvenes son la mayor esperanza.






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