Moisés Vincenzi Pacheco analiza los conflictos internos en los distintos países, derivados del choque entre los codiciosos conquistadores y colonizadores venidos del otro lado del Atlántico con el sistema de vida, las costumbres, tradiciones y creencias de las diferentes culturas indígenas. Hace asimismo un recuento de las confrontaciones entre los pueblos americanos surgidos de la conquista y la colonización europea, por cuestiones territoriales y económicas, las cuales han provocado el derramamiento de tanta sangre. Y nos convoca a todos los habitantes de América, tanto a los del norte como a los del sur, a que, después de reconocer nuestros errores  del pasado, construyamos  en paz nuestro futuro común. Nos ilumina con viva luz lo que podemos y debemos hacer para labrarnos unidos un futuro venturoso; un futuro de progreso material e intelectual, de concordia y de paz. Comprendió lúcidamente -con Vasconcelos- que los pueblos americanos, producto de la fusión de hombres y mujeres procedentes de todos los ámbitos de la tierra somos la raza cósmica, destinada a dar un salto cualitativo final  que habrá de conducir a la Humanidad a su plenitud moral y espiritual, y a la cima de su desarrollo material.

“Y no se hará esta unión, “-nos dice Vincenzi-“ sin precedentes en la historia del mundo, para conseguir simples finalidades políticas. Podremos y deberemos trabajar en todos los campos de las facultades humanas: en la Ciencia, en el Arte, en la Filosofía…O más bien: realizaremos nuestra política desde todos los puntos de observación de la inteligencia humana, si es verdad que no existe nada que no esté vinculado con todo. Política científica; política estética –la que preconiza José Vasconcelos--;  política filosófica. No seremos ni sólo intelectuales como lo pretendía Kant; ni sólo intuicionistas como lo exige exclusivamente Bergson; ni sólo orientalistas en el sentido exótico de la palabra. El mundo pide una expresión artística y científica y filosófica, que complemente las excelencias espirituales de Europa y las de Asia, con un tercer tipo de expresión: el americano, el autóctono, el del porvenir, el de ustedes y el de nosotros, jóvenes intelectuales norteamericanos.

 “¿Hará falta” -pregunta- “un millonario en los Estados Unidos del Norte, que desee fundar una sociedad de estudios de esta índole, con ojos abiertos hacia la unidad política y espiritual de la América? ¿Qué tenga sus sucursales en todos los Estados del Norte y en todas las repúblicas del Sur, para combatir el desmoronamiento comercial que pretende realizar el Asia en el inmenso escenario del Océano Pacífico, contra los intereses de Norte América ? ¿ O persistirán los capitalistas de estos Estados Unidos en sus avances imperialistas, en menoscabo de nuestras Repúblicas ? ¿ O apoyará el gran Presidente Coolidge (1923-1929), dando una muestra singular de videncia de los problemas sociales de fines de siglo, la iniciativa de este sudamericano” –clama Vincenzi- “que desea un cambio total en los procederes políticos de habla inglesa ?. Pero, juro”, exclama,  “fuera de todo afán teatral y profético – ¡tan claro veo los problemas inmediatos de la época! – que, o cambia toda la América sus procederes políticos, con las nuevas generaciones, o a la del norte le tocará el desmembramiento definitivo, y pasaremos los habitantes del Sur a la categoría de colonos del Asia y de Europa…”

Hoy, casi un siglo después, ante los dolorosos acontecimientos en Venezuela y ante los crueles sufrimientos de los emigrantes centroamericanos tras un sueño inalcanzable, nos adherimos al fraternal sentimiento panamericanista de nuestro eminente filósofo y perspicaz periodista Moisés Vincenzi Pacheco.

¡Hagamos del continente  americano nuestro común hogar!

*Expresidente  Colegio de Periodistas de  Costa  Rica