Adriana Núñez, periodista carné 417

Lejos de celebrar el Día Mundial de Libertad de Prensa del pasado 3 de mayo, me he dedicado a repasar la nueva edición de la obra autobiográfica de Reinaldo Arenas, fallecido escritor cubano, quien enfrentó toda suerte de penurias, ataques y discriminación durante su existencia, más nunca claudicó en su misión de poner el dedo sobre la llaga para señalar a las dictaduras, xenofobia, homofobia y otros muchos odios que causan daño moral y físico a los pueblos y sobre todo a los intelectuales y artistas en diferentes latitudes.

Como sociedad democrática -todavía- los costarricenses debemos reflexionar en torno al papel vital que desempeñan los periodistas profesionales en naciones como la nuestra, donde a pesar de las viejas y nuevas presiones que se ejercen sobre su quehacer, siguen transmitiendo noticias, brindando insumos para coadyuvar con la formación de opiniones, y sobre todo, dando a conocer los actos perpetrados por inescrupulosos contra la Hacienda pública, la seguridad ciudadana, los grupos más vulnerables y la institucionalidad del país, entre muchos otros sectores afectados por distintos flagelos.

La palabra, utilizada con certeza y respeto, para informar verazmente, defender los derechos, principios y valores humanos así como para puntualizar las responsabilidades que a cada cual le competen como parte del entramado que sostiene la vida en comunidad, es una herramienta poderosa indispensable.

Costa Rica ha caído 15 puestos en el índice de libertad de prensa publicado por Reporteros Sin Fronteras. Hecho que debe llamarnos a reflexión, sobre todo al presidente Chaves, quien se ha ensañado contra la prensa profesional, mientras por debajo de la mesa, favorece a supuestos comunicadores, troles y medios de dudosa formación ética que sucumben ante presiones y prebendas, sea por necesidad o por debilidad moral.

Mientras otros celebran a la ligera este día, me permito hacer un llamado vehemente a mis colegas profesionales para que se esmeren en cumplir con su oficio de la mejor forma posible; a los ciudadanos, para que no decaigan en su defensa de la libertad y la democracia y a las autoridades políticas, para que sean más respetuosas y transparentes en su rendición de cuentas y en el desempeño de sus cargos.