Cuando se quiere se puede (II Parte)
Lilliam Loría Montero Especial para Primera Plana | Jueves 9 de Octubre, 2014Para las mujeres Flora era una líder, ninguna estaba acostumbrada a contestar a los padres ni al marido. Claro, decían algunas entre dientes, como ella no tiene ni tata ni hombre que la mande, se da esos lujos.
-Le voy a enseñar a esa mula sin rienda, quién es el que manda aunque me deje de llamar Anselmo Montes de Oro. Pero de que la amanso, la amanso. ¡Ay mamita! ¿Quién le ha dicho que yo no sé lidiar con mujeres? Ella se cree un mujerón. Aunque pa´ ser sincero, está bien guapa la morenaza.
-Que está creyendo ese patán, que porque soy joven y mujer sola, puede pasarme por encina. Solo porque es alto y medio agraciado piensa que voy a caer rendida a sus pies, ni que fuera pa´ tanto.
En el pueblo todos querían a Flora y por su parte también apreciaban a Anselmo, el maestro don Jorge le decía a diario: -Flora usted es muy inteligente, siga estudiando, yo le puedo ayudar, le voy a conseguir unos libros por lo menos para que no olvide la lectura. La vida del campo es dura, pero si usted la prefiere por lo menos cásese con un hombre trabajador y honrado, así como Anselmo. Yo sé que es un poco impaciente, pero un buen hombre.
-¿Qué? Vea maestro, ese hombre es un matón, mandón y porfiado que va, ¡ni loca me caso con él!
-¿Por qué no le hice caso al maestro y seguí estudiando? No estaría luchando con la ignorancia de este hombre, aunque seguro tampoco tendría a mis hijitos bellos. Pero así es la vida, yo no soy preparada pero mis hijos sí lo van a conseguir, reflexionaba Flora mientras tendía la ropa en un alambre y en sobre algunos arbustos cercanos.
Los últimos rayos del sol iluminaban la casa. Era hora de la comida y estaba sola. Se sentía rara porque siempre estaba acompañada por su esposo o sus hijos, pero todos habían salido al pueblo.
Ese día era su cumpleaños y aunque Anselmo no creía en eso, sus hijos que eran como sus ojos, siempre lo terminaban convenciendo de que era importante comprarle un regalito a la mamá. Por esa razón ella tenía el radio, libritos de Escuela para Todos, espejitos, pequeños frascos de perfume. “Tesoritos", como ella los llamaba.
-¡Diay ¿cómo les fue?! Ya me estaba preocupando, es que ya va a oscurecer.
-Usté que se preocupa por todo. ¿Qué acaso no sabe que sus hijos andan bien cuidados por un hombre? Contestó Anselmo con voz apagada.
-¿Que bicho picó a su tata que lo veo medio triste?
-Mamá, en el pueblo encontramos al maestro y paró a papá y le dijo que el gobierno va a regalar uniformes y libros y que los que estamos en sexto de una vez teníamos que quedar apuntados para el otro año porque sacar el colegio era cosa importante para superarnos y llegar a ser alguien en la vida.
-Pero mija diga rápido ¿qué dijo su tata?
-Que a él eso no le hacía nada de gracia, pero que si eso nos hacía feliz a usted y a mí, él no se iba a oponer y como por firma papá pone la huella, ahí mismo dio el sí y todo quedó listo. ¡Voy al colegio mamá, voy al colegio!
-Sí mi niña y esta decisión de su papá deja abierto el portillo para sus hermanos, va a ver que así será, decía Flora mientras se fundía en un abrazo con Aurora y con los ojos visiblemente llorosos.
Desde el corredor de la casa se podía ver el valle y por las tardes de verano era el mejor lugar para disfrutar de las puestas de sol.
Tiempo después en el colegio Aurora se la pasaba hablando con sus compañeros de las bellezas de su casa, que si el río, que si la montañita, que los pájaros aquí y los atardeceres allá. Tanto que la voz corrió y entonces el director del colegio decidió hacer una excursión como paseo de fin de año a la casa de Aurora Montes de Oro Valle.
-¿Qué? Ya se le desacomodó un tornillo de la cabeza, ¿Aurorita esos profesores cre´n que usté es rica? ¿Cómo se le ocurre traer ese tropel de gente y qué les vamos a dar de comer? Flora la culpable es usté por estirale tanto el mecate a esta mocosa.
-Papá, ellos traen lo que se van a comer y van a dormir en unas casitas portátiles que se llaman tiendas de campaña, no se preocupe tanto, solo quieren pasar unos días de sus vacaciones aquí, conocer su finca y después hacerle bulla allá afuera para que usted pueda vender los frijoles y la caña sin problema. No ve que a la gente le gustan más los cultivos frescos y sin químicos.
-Ah no me diga mijita, si es así pues ¿qué estamos esperando? Vamos Tomás hay que limpiar bien el llanillo pa´ que pongan las casitas esas y pongamos unas estacas pa´ que tengan donde colgar las maletas y cosas que traen. Por aquello y pa´ que los perros no los vayan a dejar sin nada.
Pronto llegó la hora de escoger una carrera universitaria y Aurora decidió estudiar Turismo Ecológico. A ella le gustaban sus tierras y pensaba aprovechar de todo aquello y a la vez ayudar a sus papás para que ya no trabajaran tanto.
Por su parte Albairis dedicaba gran parte de su tiempo ayudando a Flora y Anselmo a plantar guayabas, mangos, jocotes, naranjas y la rica caña de azúcar, y fue así como se inclinó por la agronomía y empezó a cuidar la finca y a mantenerla casi como un jardín.
Un día Flora y Anselmo se dieron cuenta de lo frecuente de las visitas a la finca, especialmente turistas que no solo disfrutaban de los paisajes y el río, sino que cuidaban hasta la más pequeña flor. De ahí salió la idea de Tomás que se montó el negocito de llevarlos a un recorrido por lo finca y de paso ganarse alguna platita que no caía nada mal.
Fue precisamente un míster, como les decía Anselmo a los gringos, que le regaló a Tomás una cámara, ese fue el motivo que impulsó al muchacho a estudiar fotografía profesional y de lo cual estaba muy orgulloso, pues la mayoría de trabajos y exposiciones eran de la finca.
En un abrir y cerrar de ojos, los hijos habían crecido, todos habían estudiado y disfrutaban su profesión como lo soñó Flora. Ahora ya solos, reservaban las tardes para ver pasar las garzas y disfrutar de los atardeceres.
Estaban viejos, pero se tenían uno al otro y como los años pesan, ya sin prisa y sin regaños, se sentaban horas y horas a conversar.
El andar pausado, la piel arrugada, el cabello blanco. Pero el corazón, la camaradería, la fidelidad y el amor, intactos.
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